Nuestra conducta ordinaria consiste en mudar tras las inclinaciones de nuestro apetito, a diestra y siniestra, arriba y abajo, según sople el viento en cada ocasión. No pensamos lo que queremos sino en el instante en que lo queremos, y cambiamos como ese animal que adopta el color del lugar donde mora. El propósito que acabamos de hacernos lo cambiamos enseguida y luego todavía hemos de volver sobre nuestros pasos, no hay más que movimiento e inconstancia. No vamos, nos llevan, como las cosas que flotan, ya apaciblemente, ya con violencia, según el agua corra mansa o airada. Cada día, una fantasía nueva, mientras nuestros humores se mueven con la mudanza del tiempo. Oscilamos entre pareceres diversos; nada deseamos libremente, nada absolutamente, nada constantemente.
Michel de Montaigne