Sería interesante saber en qué momento y porqué dejamos de medir los viajes no en la distancia que se nos imponía sino en el tiempo invertido en recorrerla. Lo habitual no es que digamos que nuestro destino está a 40 kilómetros, por ejemplo, sino que está a 20 minutos o a 6 horas según cojamos el avión, el tren, vayamos a pie o en coche. ¿Siempre ha sido así? Ese troquelar el espacio en tiempo no deja de fascinarme.