Cuando suena el reloj por la mañana los soñadores hacemos un rato el remolón, nos estiramos bajo las sábanas y acabamos levantándonos. Vamos hacia la ducha. Ponemos la cafetera a hervir. Nos vestimos. Corremos a pillar el autobús. Hacemos, en fin, lo que haga falta. Pero seguimos soñando.