Miro las estanterías. ¡Cuántos libros! Los he ido comprando convulsivamente, movido por la curiosidad y un afán siempre renovado de conocimiento. Novelas, cuentos, ensayos, libros de historia, de poesía, aforismos. Algunos, ahora, no me sugieren nada. Se me amontonan, ocupan un montón de espacio y se llenan de polvo. Sin embargo, espero en esta vida tener tiempo para no leérmelos.