Todavía recuerdo aquellos tiempos salvajes, alegres, en los que no teníamos móviles y todos salíamos con lo puesto, a la aventura, nosotros y punto, desconectados, limpios, mondos y lirondos. Hace ya una eternidad. Todo entonces era primitivo, bárbaro. Si le pedías el teléfono a una chica, tenías que pillar por ahí un papelillo y un boli y apuntar el número fijo de casa de sus padres. Era increíble, ni os lo imagináis.