Los días van haciéndose más largos y, a ciertas horas, el sol comienza ya casi a picar. ¡Qué bendición! No sabéis las ganas que tengo de ponerme el sombrero de paja, el traje, el chaleco, la camisa con el cuello bien almidonado, los guantes y los zapatos de piel. E irme a la playa a pasar el rato, bien fresquito.