El sexo tiene que ver con la inocencia y la audacia, la atracción y el rechazo, la ternura y el ímpetu, la transgresión y el hastío. Con toda esa energía que se reprime y toda esa energía que se libera. El sexo tiene que ver con con el ritmo y la parálisis, la alegría y la amargura, con lo imborrable pero también con lo que se olvida. Con la euforia y el agotamiento, el placer y el dolor, el encuentro y la pérdida. Con todo lo que en nosotros se expande, se mueve, se agita, se recoge. El sexo tiene que ver con la fusión y la soledad, la sorpresa y la rutina, la caricia y la mordedura. Con lo que trasciende y también con lo que arrastra. Con la verdad y con la mentira. El sexo tiene que ver con todo.