Hay personas realmente encantadoras. Personas con las que uno se siente a gusto, sencillas, respetuosas, de corazón amplio y generoso. Están como bien afinadas. No sé cómo lo hacen, pero tocan las cosas con delicadeza, atinan siempre al hablar, acogen con dulzura, en todo momento se mueven con gracia. Es la suya una gracia natural, espontánea, en la que nada ha sido forzado. Puede que luego no tengan mucha cultura, sean unas perezosas o estén llenas de manías. No importa. En medio de la vorágine del mundo, desprenden un encanto especial aun cuando le dan al mando de la tele o se quitan las lagañas de los ojos. Aportan serenidad, simpatía y buena disposición de ánimo. Yo por ellas hago lo que sea. Trabajo veinte horas, vacío los ceniceros, compongo canciones, invento excusas, bailo hasta la madrugada.
Miras hacia arriba y te encuentras con su mirada por la noche se te escapan sus lágrimas. Y le amas. Siempre le amarás.