Pocos de vosotros sabréis que yo también, hace años, fui detenido. No recuerdo si fue por bostezar mientras todos a mi alrededor aplaudían o si fue por alabar a alguien a quien los demás tenían por objeto de burla. No importa ya. Pasé tres días en el calabozo, apenas me dieron de comer y el traje se me arrugó. Se me arrugó por todos lados, fue un atropello imperdonable al buen gusto. Recuerdo volver a casa de noche, hecho un guiñapo. Hacía frío y no quedaba un mísero bar abierto. Las pocas personas que encontré por la calle parecían despiertas solo a medias.