La ciudad se gentrifica, sí, pero a una lentitud exasperante. A estos que nos gobiernan parece que no les preocupa lo más mínimo. Aumenta el precio de la vivienda, pero no lo suficiente. Cierran tugurios, pero aún queda alguno abierto por ahí. Se inauguran boutiques, centros de terapias naturales, talleres de coaching generativo y tiendas de adornos, complementos y vistosos útiles de cocina. Pero te encuentras con la vieja revolviendo entre las basuras cuando vas por la mañana a hacer running y se te cae el alma a los pies. Luego estás como de mal rollo el resto del día. ¿A qué esperan, esos mequetrefes, para poner un poco de orden?