Si lo veo no me lo creo: ese es mi lema. La experiencia me ha demostrado una y mil veces que no hay sentido más engañoso que el de la vista. Lo habitual es que veamos solo lo que queremos ver o aquello a lo que estamos acostumbrados. Así que, ¡desconfía de esos ojos! ¿En cuántas de sus trampas habremos caído? Yo no empiezo a creerme nada hasta que no lo huelo.